sábado, 2 de agosto de 2008

Comentario recibido en mi mail desde Argentina

A raíz de la columna (o “entrada”) publicada el pasado 14 de julio de 2008, titulada “Enfoque del vínculo social como explicación de la delincuencia”, quisiera no sólo invitarlos a familiarizarse con los comentarios o “posteos” de los interesados en el tema, sino también a leer el siguiente comentario enviado a mi mail por una ex alumna de postgrado de Argentina.

Estimado Profesor:

¡Qué placer es para mí disfrutar de los comentarios de sus libros y escritos!

Tuve la suerte de tenerlo como Profesor en Santiago del Estero (República Argentina) en Noviembre de 2007.

De usted no sólo rescaté un cúmulo de conocimientos que vinieron a saciar las ansias de saber que me llevan a mis 58 años a continuar estudiando con el mismo vigor de la pasada juventud, sino a entender que el diálogo informal en las clases, no es tan informal, que el vestirse sin protocolo no es ir mal vestido, que hablar al estilo joven no es hablar mal, sino que es ir allanando el camino que conduce a la confianza que el alumno necesita.

El primer libro fue para mi un impacto, pero viniendo del Dr. Patricio Calderón, tan imprevisible en todo lo que es educación me parece no sólo interesante sino preciado para quienes hacen educación en serio, especialmente a las escuelas del cono urbano y de periferia de la República Argentina; digo cono urbano y periferia porque es donde más se ven los problemas de aprendizaje. En el campo no se ve tanto este problema porque existe otra realidad.

En cuanto al escrito sobre la teoría que intenta explicar la delincuencia juvenil, coincido totalmente en que una de las causales de ella es la falta total de contención o límites claros dentro del hogar o carencia de afectividad familiar. La falta de diálogo , la falta de interés de los padres por la actividad de sus hijos, el considerar que lo material es todo para los jóvenes, cuando en realidad a partir desde su más temprana infancia los niños necesitan, en primer lugar, la actitud de escucha de su entorno familiar, que los padres le den importancia a las cosas importantes de él , que sientan que desde el afecto tiene la comprensión, la tolerancia pero también que desde el afecto debe entender los NO. Y que esos NO se justifican en muchas cuestiones de orden social y económica que el hijo debe entender a partir del diálogo inteligente. Justamente la carencia del diálogo lleva al púber y al joven a auto-castigarse haciendo uso de la violencia en sus distintas manifestaciones. Digo “auto-castigarse” - Profesor - como una manera de ejercer la violencia contra si mismo, ¿de qué manera? Fumando cigarrillos primero, fumando marihuana después, fumando otras drogas; luego, bebiendo, y en ese descontrol primero se da la violencia familiar.

La falta de respeto por los padres, por todo el entorno familiar, requiriendo para evitar su perdición total la atención de un especialista. Cuando hablo de especialista me refiero en los medios sociales que pueden recurrir a este tipo de atención. Pero si me remito a los medios sociales carenciados donde los padres deben trabajar todo el día como vendedores ambulantes o en otras actividades semiesclavizantes no existe el diálogo sino las exigencias que muchas veces los hijos no aceptan. Exigencias como cuidar a los hermanos menores, cocinar, lavar, planchar, limpiar, mandar a sus hermanos menores al colegio, responsabilizarse de las obligaciones de sus padres, insertarse en el mundo laboral tempranamente, sentir la explotación de los poderosos, sentir la injusticia social, sentir que a nadie le importa él como persona, cuando a los políticos se les llena la boca en cada discurso sobre la contención de los jóvenes en riesgo. Esa impotencia lo lleva a buscar aceptación afectiva y familiar en las patotas junto a otros jóvenes con sus mismos problemas .Entonces delinquen pero unidos. Unidos en el dolor. Unidos en la necesidad.

Nosotros, los que hacemos educación, Profesor, somos pocos los que vemos estas problemáticas en nuestros jóvenes. Los demás critican y condenan. Este flagelo mío, suyo, de todos, requiere un tratamiento urgente y sería bueno que se inserte un nombre especial en todos los currícula prescriptos del mundo para salvar a nuestros jóvenes de la delincuencia.


Con inmenso respeto su alumna de la carrera de Magíster en Administración Educativa de Santiago del Estero, República Argentina: Licenciada María Sara Barrionuevo.

26 de julio de 2008

1 comentario:

Yovanna Valdés Ortega dijo...

Al leer esta carta enviada por la sra. Licenciada María Sara Barrionuevo, le encuentro toda la razón en lo que dice. Yo apenas tengo 18 años salí hace muy poco del colegio y me toco vivir una de las experiencias que contó ella en su carta. Voy a contar un poco: Mi mamá y mi papá trabajaron mucho desde que yo era muy pequeña, entonces mi hermana mayor tuvo que en parte hacerse cargo de mi; yo fui creciendo y conociendo “un poco mas el mundo”, como mis papas no me conocían mucho por que no se daba el tiempo para conversar yo salía a fiestas y hice muchas cosas de las que ahora no me arrepiento, pero se que no estuvieron bien pero me sirvieron para madurar. Cuando quede embarazada me di cuenta que debía madurar y que realmente me faltaba conversar con mi familia, en ese entonces salí de mi etapa rebelde y conversamos con mi familia y estuvo todo bien.
Ahora creo que tengo que hacer lo mejor posible para criar a mi hija, que la comunicación en una familia es fundamental para el crecimiento y desarrollo del niño hasta que ya es un joven.
La delincuencia en nuestro país se ve mas en los sectores mas vulnerables y que las familias se conforman de muchos hijos, yo he trabajado con niños en riesgo social y me he dado cuenta que los niños tienen que trabajar a muy temprana edad son muy pocas las madres que se preocupan de que sus hijos tengan una educación como corresponda, y que sigan un camino bien. Lo que a ellas mas les interesa es que entre dinero a la casa de la manera que sea para alimentar a sus hijo o mas bien para ellas para sus vicios o simplemente para llevárselas a los hermanos mayores e inclusive al padre que no están con ellos (la mayoría están en la cárcel).
Se han visto muchos casos en que los niños que son abandonados por sus padres son mas propensos a caer en las drogas, el alcohol y la delincuencia; ellos roban para sustentar sus vicios y nunca andan solos siempre están acompañados por un grupo grande de niños que están en la misma situación.
La mayoría de la gente cree que los delincuentes son malos, pero para mi punto de ver son niños marginados de la sociedad que son carente de muchas cosas tanto en lo material como en lo afectivo, ellos creen que haciendo cosas así les van tomar mas atención y se vana preocupar mas de ellos.
Atte. Patricia Morgado Andrades
Ped. En física y computación