domingo, 15 de noviembre de 2009

UNA VISIÓN ACERCA DE LA LLAMADA VULNERABILIDAD EN EDUCACIÓN (PRIMERA PARTE)


UNA VISIÓN ACERCA DE LA LLAMADA VULNERABILIDAD EN EDUCACIÓN[1]

1. Profesor: principal referente de los alumnos

Del profesor depende en gran medida el clima del aula. Es su actitud personal la que crea el clima. En toda situación es su respuesta o su intervención pedagógica la que decide si una crisis se agudizará o se apaciguará, si un estudiante se humanizará o se deshumanizará, si un apoderado violento seguirá violento o si se calmará. No es fácil ser profesor, menos fácil es ser profesor de alumnos que provienen de familias o un grupo de personas vulnerables, aquellas que acumulan desventajas de origen multicausal, que revelan carencia de elementos esenciales para la subsistencia y el desarrollo personal e insuficiencia de las herramientas necesarias para abandonar situaciones en desventaja, estructurales o coyunturales.[2]

El profesor es quien construye junto a sus alumnos el clima emocional del aprendizaje, es él quien interviene pedagógicamente para que las relaciones interpersonales se tornen agradables. Es él (ella) quien sabe que para aprender a amar mejor se debe comenzar con el más rebelde, el más tirano, el más desordenado, “el elemento negativo” del curso, y que es muchas veces el que menos nos agrada en el aula. Es él quien puede transformar a los alumnos más vulnerables en menos vulnerables. Es él quien sabe que debe dejar su propia vulnerabilidad de lado para poder enfrentar con mayor éxito el gran desafío de ganar la atención de su alumno, ganarse el respeto de éste y ganarse la autoridad del mismo. Todo esto con los ingredientes que los grandes maestros conocen y practican: perseverancia, paciencia y mucho amor.
Como nos recuerda Maturana[3] “el amor ocurre en el fluir de las conductas relacionales a través de las cuales la otra, el otro, o lo otro, surge como legítimo otro en convivencia con uno. O lo que es lo mismo, el amor es la emoción que constituye y conserva la convivencia social”.

Grandes e importantes responsabilidades tenemos – entonces - como educadores frente a los alumnos más vulnerables: ayudarles a satisfacer sus necesidades esenciales de tipo fisiológico, de seguridad, de protección, de pertenencia, de autoestima, de carencia de valores y buenas actitudes.
Así se establece como resultado de una investigación realizada en nuestra Universidad[4], en donde se identifican 22 características del profesor exitoso en escuelas vulnerables: 10 personales y 12 pedagógicas; entre estas últimas: “establecer reglas claras” (relacionadas con los derechos y deberes/obligaciones de los alumnos): poseer autocontrol, tener buena comunicación con los alumnos, entendida como, ser natural, reírse con ellos, hacer las clases amenas, pasar buenos momentos en clases.

Es en las escuelas vulnerables donde la labor docente se hace más extensa, diversa, especialmente más humana, sensible, emotiva y creativa, por el hecho de demostrar un compromiso mayor, es decir, el hecho de mostrar una real preocupación por la situación que sus alumnos viven.

2. Todos somos vulnerables

Vulnerable, según el diccionario, en su primera acepción significa ser sensible, frágil, con temores, inseguros, delicados. Luego, se refiere a carencias de naturaleza social, afectiva, cognitiva, actitudinal, de autoestima. También se refiere a personas que provienen principalmente de estratos socioeconómicos bajos y medios.

Los estudiantes se hallan soportando situaciones desagradables casi todos los días en el barrio o escuela. Se hallan expuestos a agresiones de parte de sus pares, incluso en la Universidad, hecho que subjetivamente lo percibo de manera especial en los momentos del llamado mechoneo.

Para empeorar las cosas, los estudiantes sienten que los adultos no hacen caso o quitan importancia a dichas manifestaciones de violencia o agresiones, simplemente porque sus instigadores son niños o jóvenes adolescentes. Como si estuviéramos convencidos de que ellos no pueden hacerse daño en la misma medida que un adulto puede hacérselo a otro adulto o a un menor. Una muestra de lo anterior lo constituyen las opiniones de los estudiantes de pedagogía, futuros profesores, que frente a mi intervención contraria a los desmanes que se producen en el mechoneo, expresan (textualmente):

- “No sabía que a algunos profesores les importara tanto lo que nosotros hacemos en la Universidad. Es bueno saberlo, pues para mí un educador no sólo es una persona que te enseña los contenidos a estudiar sino una persona que de verdad se preocupa por sus alumnos, un maestro que te ayuda a resolver los problemas de la vida y a enseñarnos que no estamos solos”.

- “De nuestros errores debemos aprender, el primer paso es reconocerlos. Siendo así, por quedar el mal comportamiento en la conciencia, el haber pasado a llevar los derechos de los mechones y humillarlos. Eso, es dejar huella”.

- “Aquí no hay culpables ni víctimas, ni menos victimarios, hay sólo personas que están creciendo, formándose y desarrollándose: para seguir adelante hay que necesariamente equivocarse y en la eventualidad, disculpar y disculparse”.

- “Creo que hay un ‘problemilla’ en la mente de nosotros como estudiantes, como jóvenes que muchas veces no tomamos las cosas con el peso que se debe y es todo a la ligera. Lo que puede influir en esto es que hoy en día la vida va tan rápido que nos dejamos llevar por cosas superfluas y vivimos el día a día sin proyectarnos como adultos y sin pensar las cosas dos veces, ya que muchas veces si nos diéramos el tiempo de ‘cranear’ los actos, nos podríamos ahorrar varios problemas o situaciones complejas que a veces son bastante fuertes que incluso nos pueden marcar por siempre el transcurso de nuestra vida”.

Si le restamos importancia a las percepciones y a las emociones de los estudiantes, les transmitimos la impresión de que realmente no importa nada de lo que digan o hagan, lo que viene a ser como añadir otro rechazo. Y eso es lo menos oportuno cuando el niño o joven acaba de verse rechazado por sus compañeros.

La intimidación entre compañeros es un mal social y debe corregirse. Normalizar el comportamiento abusivo es, prácticamente, garantizar que continuará. Hay que exigirles a los niños o jóvenes, aunque sean de corta edad, la responsabilidad por estas conductas. Entre otras cosas, para que aprendan que tales comportamientos no son aceptados. Tolerar la violencia le convierte a uno en cómplice de la misma, cuando no en participante directo.

[1] Documento preparado para el Seminario “El Aprendizaje en Contextos de Vulnerabilidad Escolar”, Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, 17 de noviembre de 2009.
[2] Caro, E., 2003, en Bustos, A. (2008) “¿Es posible desencadenar conductas respetuosas en alumnos vulnerables?” Vinculación Establecimientos Educacionales-Universidad: Relacionándonos para ser mejores. Universidad de Playa Ancha, 2008:105.
[3] Maturana, H. (2002) La objetividad: un argumento para obligar. Dolmen eds.
[4] Cruz, F. et col (2008) “Características personales y pedagógicas de profesores exitosos en escuelas vulnerables”. Vinculación Establecimientos Educacionales-Universidad: Relacionándonos para ser mejores. Universidad de Playa Ancha, 2008:149.