martes, 6 de mayo de 2008

Mis alumnos del “Taller de desarrollo del pensamiento lógico y creativo”, me han hecho puntualizar, a modo de síntesis, algunas prácticas que no sólo empleamos en ese curso, sino en cualquier otro que pretenda ayudar a nuestros alumnos a ser más creativos en la solución de problemas. Aquí están:



ALGUNAS FORMAS DE DESPEJAR NUESTROS OBSTÁCULOS MENTALES EN CLASES


1. No usemos la expresión, “Esta es la respuesta correcta”. Dejemos que los alumnos(as) la encuentren…, ¡si es que hay una sola respuesta! Idealmente los problemas a los que deben enfrentarse los aprendices, deberían tener más de una respuesta posible. Es importante que los alumnos(as) reflexionen, hagan insinuaciones, den más de una respuesta.

2. Desterremos los enunciados, “Esto es obvio” y/o “Eso no es lógico”. Obvio significa “que se encuentra o pone delante de los ojos”, viene del verbo “obviar”, evitar, “apartar de en medio de obstáculos”. Una vez que – como profesores, o futuros educadores - hayamos construido andamios para la construcción del aprendizaje del alumno o hayamos quitado los obstáculos, pregunte – si es necesario – “¿te parece obvio, ahora?” Preferiríamos decir: “¿Lo puedes ver más claramente, ahora? O, ¿qué te parece? ¿Qué piensas?
No todo debe ser lógico (¡lógico!). Además, los estudiantes, ¿pueden ver la o las “consecuencias naturales” de un fenómeno que estamos explicando (o ellos, investigando) de la manera como lo vemos nosotros? Pídales que usen una metáfora, por ejemplo, ésta mejora la lógica.
En síntesis, idealmente, tratemos de evitar en la comunicación con los alumnos estas expresiones, pues presentan una gran carga negativa debido a sus múltiples usos en forma despectiva, de reproche, reconvención (tipo sermón), humillante o irónica, por parte de muchos profesores.

3. ¿Es realmente necesario en todos los casos que los alumnos(as) “sigan las instrucciones al pie de la letra”? En muchos casos, no. Limitemos esta instrucción para cuando sólo realmente sea necesario. De otra manera, hagamos el intento de analizar con nuestros estudiantes qué sucede si se rompen las reglas. Así los estaremos ayudando a ampliar y a mejorar su creatividad.

4. Dejemos que los alumnos usen su imaginación y fantasía. Tratemos de no apurarlos en sus reflexiones, planteamiento de interrogantes o respuestas. Deben sentirse libres para inventar, crear, innovar. No los interrumpamos diciéndoles que sean “prácticos”.


5. ¿Hasta qué punto la ambigüedad puede considerarse una limitación o debilidad? En algunos casos, especialmente cuando queremos que nuestros alumnos(as) se expresen libremente y deseen innovar, es importante encontrar otras respuestas. El término “ambiguo” o la expresión “eso es ambiguo” generalmente connotan imágenes de regaño. No obstante, “ambiguo” significa “que puede entenderse de varios modos o admitir distintas interpretaciones”. El pensamiento divergente, entonces, debe admitirlo.

6. ¿Por qué los alumnos – en general - piensan que equivocarse o cometer errores es un acto vergonzoso? ¿Es posible que un profesor los haya ridiculizado por sus errores o haya permitido que sus compañeros se rieran de ellos? Es lo más probable. Sin embargo, no hay progreso sin errores o equivocaciones. Los aprendices deben ser convencidos que se obtienen nuevas y grandes ideas de los errores.


7. La sala de clases debería ser un lugar de entretenimiento que gire alrededor de temas interesantes. Por lo tanto, no digamos que “jugar es mera frivolidad”. Nosotros mismos, cuando nos hemos convertido en alumnos nuevamente – comúnmente en cursos de perfeccionamiento o al seguir programas de postgrado -, queremos “pasarlo bien”, ¿cierto? Entonces, ¿por qué negar esa posibilidad a nuestros propios alumnos(as)?

8. Si ante una consulta de nuestros estudiantes, encontramos que no sabemos la respuesta, no la inventemos ni digamos “lo siento, esa no es mi especialidad”. Invitémoslos a averiguar juntos la información para después, ayudarnos mutuamente a construir el conocimiento.


9. No seamos parte de esos profesores que se lamentan diciendo que ellos no quieren hacer el ridículo. Seamos histriónicos o exagerados, a veces – tal vez, muchas veces en nuestro campo – el fin justifica los medios. El fin que sea que nuestros alumnos aprendan, ¿los medios? ¡Todos los que sean necesarios! Mientras más estrategias creativas y fuera de la rutina utilicemos, tanto mejor. La rutina es latosa, fácil de olvidar. Lo ridículo es novedoso, difícil de olvidar.

10. Por favor, no sea de aquellos que se quejan diciendo “no tengo creatividad”. Todos somos creativos y tal vez nuestra mayor creatividad esté expresada en la forma en que hemos construido nuestra vida. Este hecho significa que hemos generado muchas ideas en nuestra existencia. Sigamos, entonces, creando nuevas ideas junto a nuestros alumnos.


Todas las sugerencias anteriores pueden ser utilizadas en cualquier método que usted y sus alumnos elijan trabajar en la sala de clases o en ambientes de aprendizaje diversos.

domingo, 27 de abril de 2008

Desarrollo de clases

La representación que muchos alumnos tienen de sus clases es de una actividad uniforme, estandarizada, y por ende, predecible, repetitiva y aburrida, que “no tiene ninguna sorpresa”. Tal como lo he dado a conocer en mi investigación doctoral, los alumnos ya saben lo que va a pasar. Un alumno de tercer año de enseñanza media lo sintetiza así: “El(la) profe llega –generalmente unos 5 minutos atrasado(a)-, pasa lista –obviamente se pierde tiempo en este acto-, a veces pregunta qué se pasó la última clase, muchos no pescan, otros contestan en coro y nadie entiende nada de lo que dicen, envía a un compañero a buscar tiza a la inspectoría, escribe instrucciones en la pizarra y luego dice, “lean el texto en la página 65 y contesten las preguntas de la página 66 siguiendo las instrucciones que acabo de escribir…, si queda tiempo, se corrigen las preguntas y se acaba la hora”. En otras ocasiones, sólo agregan actividades similarmente imaginables, tales como “el profe se las habla todas mientras algunos escuchan”, “en sus explicaciones no es natural, él no se permite utilizar el humor ni los errores en nosotros, ¡que son naturales! (además de normales y necesarios en el camino hacia el aprendizaje) o “no nos pesca si le hacemos preguntas…, dice (el profesor) que ese tiempo va en contra nuestro”.

Si hacemos un breve análisis, estos profesores no ayudan a sus estudiantes a que establezcan relaciones con sus representaciones o conocimientos previos, mediante analogías, metáforas o casos que les hagan sentido. Tampoco trabajan ejemplos de la vida diaria de sus alumnos para que los relacionen con lo que aprendan (aprendizaje situado o contextualizado) y para que desde allí, surjan las interrogantes de los aprendices. Tampoco el profesor insta a sus alumnos a que investiguen acerca de desafíos verdaderos a través de métodos indagatorios o de descubrimiento. Peor aún, el educador no ha intentado establecer una atmósfera de convivencia sana entre sus propios discípulos ni entre ellos y él. No debemos olvidar que “hay mayores probabilidades que la gente aprenda cuando se siente bien”, se siente considerada en forma individual o como parte de un grupo de trabajo colaborativo.

Según investigaciones en métodos de enseñanza, los estudiantes no “aprenden” o sólo aprenden para determinados - limitados - períodos de tiempo cuando el profesor dirige las actividades y no hace que los mismos alumnos descubran por si mismo la estructura del contenido que se supone apunta a un objetivo determinado.

Sí, hay mayores probabilidades que los alumnos aprendan de manera profunda y más o menos permanente cuando las formas de desarrollar las clases siguen enfoques en que se privilegia la actividad de los alumnos en pro de su propio aprendizaje, tal como lo preconizan las prácticas constructivistas.

Al aplicarse este último enfoque, los propios participantes basados en sus particulares representaciones, avanzan autoevaluándose, con la guía del profesor, quien no interviene para corregir sino para puntualizar aspectos claves de los principios, conceptos o teorías que los participantes deberán ser capaces de integrar poco a poco en sus estructuras o esquemas cognitivos.


Como profesor, se requiere mayor paciencia que la habitual y amplia comprensión pues como cualquier otra nueva estrategia que los alumnos experimentan por primera vez, ésta no es comprendida hasta que se les hace habitual. No obstante, como profesor se debe ser perseverante; se debe tener en mente una actividad sostenida de parte de los alumnos. En cualquier momento del desarrollo de la clase en que el maestro deba dar sus explicaciones, deberá cuidar de no plantear su visión, conclusión o “verdad”.


En efecto, la verdad del profesor no debe validarse por la recepción pasiva de parte del alumno o por imposición del profesor directa o indirectamente (caso de violencia simbólica).

La manera en que el alumno enfrenta el aprendizaje se hace activa, continua, lógica, creativa y crítica, cuestionándose una cierta realidad – NO la realidad presentada por el profesor -, sino la realidad que él/ella va construyendo.

Esta es una experiencia inolvidable, y muchas veces, de tipo permanente para los alumnos que la vivencian. A propósito, hace unas semanas uno de mis alumnos de postgrado reconocía este hecho al manifestar, “el profesor nunca nos quiso inculcar SU visión o SU definición particular del concepto de ‘currículum’ y creo que esa es la labor de un profesor; dar y señalar el abanico de posibilidades que existen de algún hecho determinado para que uno mismo, después de varias experiencias de aprendizaje, decida sobre cuál concepción tomar, adoptar o adaptar. A mi juicio es una cualidad bastante difícil de lograr porque implica un dominio demasiado acabado de un número muy grande de concepciones y acepciones”.

Si seguimos el ejemplo de los profesores “que no prefieren sus alumnos”, aquellos con quienes comenzamos esta columna, como ‘educadores’ seguiremos en una rutina en que pareciera que jugáramos a enseñar, mientras nuestros alumnos simulan aprender. En otras palabras, continuaremos llevando todo envasado en un mal libro (generalmente ajeno a las realidades de los alumnos y a sus representaciones iniciales), en un power point o en un DVD. Abriremos el envase en el momento oportuno, acto seguido, comenzaremos a vaciar - poco a poco – el contenido en la mente de los alumnos, hasta que no quede una gota …, de información, que transportaba el profesor, o de paciencia de parte de los alumnos, que no tendrán la posibilidad o los dispositivos que les permitan convertir tal información en conocimiento.

Triste, pero verdadero

viernes, 21 de marzo de 2008

VIOLENCIA Y TICs EN NIÑOS

Cada vez que nos referimos al término violencia, debemos recordar que hacemos uso de un vocablo extremadamente connotativo. Es preciso señalar que la violencia es una representación ambigua: lo que es violencia para una persona, no necesariamente lo es para otra.

“Es la emoción bajo la cual se vive esa relación, la que le da el carácter de violenta y no violenta” (H. Maturana).

La definición más generalizada es aquella que señala que la violencia es la manera de proceder contra el modo natural o la voluntad del otro. Incluso, los niños de 8 años están de acuerdo con esta definición (sin haberla escuchado o leído con anterioridad) pues se han manifestado explicando que la violencia “es hacer al otro lo que el otro no quiere”.

Ahora, tal vez lo más importante es que NO conocemos estudios que concluyan de manera fehaciente que la violencia en softwares, como juegos de video/ computación, o en los programas que ven los niños en la televisión, les provoque conductas similares a las que observan. En otras palabras, no por sólo ver este tipo de programas, los niños se tornan más violentos.
Sólo podría suceder si estos niños ya estuvieran expuestos a este tipo de comportamientos por sus propias familias o por las pandillas del barrio, lo que sería un caso de reforzamiento de las conductas ya aprendidas y ya arraigadas en ellos. Es decir, un chico violento será más violento si sigue expuesto a modelos de violencia a través de las Tics u otros medios, como pueden ser los contenidos de algunos programas de TV o de computación.

Por ejemplo, los niños ven la televisión o DVDs sabiendo que aquello que está en la pantalla no es real. La realidad, es decir, lo que han experimentado puede ser mucho más potente que las experiencias vicarias o artificiales entregadas por la televisión.

Ahora, no por eso no vamos a dejar de preocuparnos por aquellos niños que estén horas sentados frente al televisor o al computador (no puedo generalizar, conozco muchísimos niños que no ven televisión ni tienen computador).

Los estudios de los norteamericanos acerca del fenómeno denominado “couch potato” (la papa en el sillón) es preocupante porque se sabe desde años que la TV, y ahora el computador, se han convertido en las “niñeras electrónicas” frente a las cuales el infante es físicamente inactivo, con excepción de algunos de sus dedos y en un grado menor, intelectualmente, ya que muchas veces no alcanza a procesar la información que escucha y las acciones que observa para poder analizarlas y juzgarlas, especialmente cuando se trata de películas o videos.

Naturalmente, las características de los infantes hasta los 7 – 8 años es preferentemente JUGAR y JUGAR, ojalá con sus amigos y al aire libre. Esta tendencia se da también cuando el chico está en la educación parvularia y primer ciclo de educación básica, de allí que el fundamento de las metodologías lúdicas sea precisamente las características biopsicosociales de estos niños.

Ahora, si los padres no tienen otra alternativa, o es la más cómoda (“para que se queden tranquilitos”, por ejemplo), los chicos son mandados a ver la tele o a jugar con el computador, conductas que prevalecen en ellos y poco a poco aprenden a manejarse solitos, sin ayuda (¿acaso alguna vez la han requerido?), pero no se puede desconocer que es una práctica adquirida y con mucho refuerzo de parte de su familia o de la ausencia de ésta.

La inactividad del niño frente a la TV, especialmente, lo ayuda a nutrirse de este tipo de comportamientos, es decir, pereza, ociosidad, inacción. La nula o escasa estimulación para la participación ayuda a que se acostumbre a ser pasivo física e intelectualmente, conducta que se transfiere a la sala de clases o la interacción dentro de la familia. Lo contrario sucede cuando al niño se le enseña a ser un “espectador activo”, crítico de aquello que observa, compartiendo las ideas que puede tener sobre lo que ha observado junto a su familia o amigos.

Los niños más pequeños, idealmente, nunca debieran estar solos frente a una pantalla. Es más importante que sientan el contacto (la cercanía de la piel, el tacto) con un ser querido mientras están en esta actividad, quien les habla, los insta a que ellos se cuestionen lo que observan, ayudándolos a desmitificar el mensaje observado.

He visto padres que “siguen pegados frente a la tele o su PC”, más entusiasmados que sus hijos con aquello que aparece en la pantalla. Entonces, son los niños quienes instan a sus papás a hacer algo “más entretenido” (“salgamos”, “juguemos”, “vamos a andar en bicicleta”, “¿no podemos ir a una piscina techada?”, “vamos a mirar el mar”, “andemos a caballo”).

Corolario: Si los padres están presentes, los niños van a preferir cualquier actividad con ellos que no sea ver tele o estar en el computador, siempre que la disposición de los padres sea estar con sus hijos y no ponerse a “hacer sus cosas”. Ahora, si los padres están ausentes y los niños son reforzados a ver tele o estar en el computador, obviamente lo van a hacer. Entonces, la pregunta es “¿qué hacer para ayudar a los niños en la decodificación o lectura de estos mensajes?”

Si nos ponemos en un caso extremo, en que los padres no van a cambiar ni su actitud ni su conducta respecto a su niño frente a la tele o el PC, habría que intentar dejarles una actividad atractiva a los niños, tal como, “me encantaría que cuando yo esté de vuelta me cuentes cuáles fueron las dos preguntas que te surgieron respecto del programa que te tuvo entretenido; así podremos tener una interesante conversación acerca de lo que experimentaste”.

Los efectos de esas conversaciones pueden provocar una respuesta opuesta a seguir viendo tele o seguir jugando en el PC, o bien, juzgarlos desde una perspectiva crítica.

Idealmente, en los momentos que los niños están “acompañados por las TICs en sus hogares”, debieran recibir llamados telefónicos de sus padres no sólo para que sientan la presencia paternal sino para sentirse importantes en las vidas de sus progenitores, - que están presentes en las mentes de ellos a pesar de su alejamiento - y sentirse realmente amados. El regreso a casa de los padres debe, entonces, ser a una hora adecuada, que les permita interactuar con sus hijos lejos de las TICs.

Si no fuese así, es decir como se ha descrito en el párrafo anterior, querría decir que los niños podrían pensar o percibir que sus padres proceden de manera violenta contra ellos. ¿Por qué? Porque los niños sienten que sus padres, con su ausencia prolongada, “están haciéndoles a ellos lo que ellos no quieren”.

En consecuencia, la ausencia prolongada de los padres puede hacer más daño a los niños que su exposición continua a las Tics.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Comentarios


A continuación quisiera compartir con ustedes un correo que me ha enviado Juan Mata,
Profesor Dr. de la U. de Granada, España, a nombre de él y su esposa Andrea:

"Una felicitación para Patricio con motivo de la publicación de su libro.

Nos parece que ha hecho una aportación muy importante a uno de los asuntos más peliagudos de la educación. Lo que él detecta en Chile podría representar perfectamente lo que ocurre en España. Andrea lo sufre. Concretamente el curso pasado padeció la que sin duda ha sido la experiencia más amarga de su vida profesional. Hubo de enfrentarse durante todo el curso a un pequeño grupo de alumnos de 12 años que se comportaron de un modo inusual, violento, despreciativo, mezquino. Nunca le había ocurrido nada semejante. Para ella resultaba impensable que eso pudiera ocurrir con niños de tan corta edad. Y ello la hizo sufrir extraordinariamente. Lo sorprendente es que le ocurría por ser dialogante, paciente y afectuosa, aunque sumamente estricta en cuestiones como la brutalidad, el racismo, el machismo, el acoso, etc.

En los momentos más difíciles, algunos alumnos le decían que tenía que ser más dura con ellos y castigarlos severamente, pues era el único lenguaje que entendían. Eso hizo que Andrea se cuestionara su trabajo, su conducta, sus creencias. Y lo peor de todo es que los alumnos más agresivos no pertenecían a familias desestructuradas o problemáticas, sino que provenían de familias bien normales. Es un fenómeno nuevo en nuestro país. Por eso son necesarios análisis y propuestas como las de Patricio. Necesitamos saber más sobre lo que está pasando a fin de no convertir la enseñanza en algo insoportable. Y por eso, aportaciones como las de Patricio son muy bienvenidas.

El libro puede ser de una extraordinaria utilidad para los profesores en activo, pero también para los que aspiran a serlo. Está muy bien escrito y muy bien editado, y está lleno asimismo de sugerencias y lecturas bien meditadas, aunque suponemos que su eficacia será mayor cuando Patricio exponga esas ideas personalmente. Es fácil imaginarlo dando un curso y haciendo meditar a los asistentes sobre esos asuntos. La palabra escrita no alcanza desde luego la emoción que otorga la presencia. Le enviamos por ello la enhorabuena y lo animamos a seguir en ese camino, pues no muchas personas se atreven a encarar esos asuntos con decisión y talento."

Juan y Andrea.

lunes, 15 de octubre de 2007

LAS MALAS PRÁCTICAS DE ALGUNOS PROFESORES

En una de las sesiones del curso Psicología Educacional que me encuentro desarrollando con mis alumnos/as de 1er año de la carrera de Pedagogía en Inglés, les hice la siguiente pregunta:


¿QUÉ PRÁCTICAS DEBIERA DESTERRAR EL PROFESOR DE SU ENSEÑANZA?
(¿Cuáles son las maneras en que el profesor se lleva mal con sus alumnos y que debe superar?)

Las respuestas que siguen han sido copiadas de manera textual de sus hojas de trabajo y ordenadas de acuerdo a la frecuencia que presentan. Responden 37 alumnos/as.


- “Ser prepotente, soberbio, altanero, autoritario, tener mala disposición para enseñar, actitud de superioridad humana, moral e intelectual que el profesor da a conocer al alumno. Abuso de poder. Enseñanza a través de la intimidación y del temor” = 51%

- “Incapacidad de dejar los problemas personales o profesionales fuera de la sala” = 35%

- “Hacer sus clases frontales sin nuestra participación: no debiera pasar materia sin importarle si sus alumnos aprenden. Buscar el método(s) por el cual los alumnos puedan aprender” = 32%


- “Humillar, descalificar, ridiculizar a sus alumnos frente a sus pares” = 27%


- “Practicar el favoritismo, privilegios para unos sobre otros” = 27%


- “Falta de empatía, comunicación, tolerancia e interés por sus alumnos” = 16%


- “Reemplazar lo objetivo por lo subjetivo: profesor llevado por sus ideas como si fueran la ley de la vida, no toma en cuenta las diferentes realidades que existen dentro de la mente de sus alumnos. No se debe enseñar desde la subjetividad, reemplazando lo real por lo ideal sin permitir que el alumno tenga una apreciación concreta de lo que está enseñando” = 16%

- “Hacer diferencias entre los alumnos, compararlos, discriminar negativamente” = 13%


- “Robotizar , automatizar la enseñanza” = 13%

Otras respuestas con un porcentaje menor, señalan: “Comportarse inconsecuentemente; no dejarse llevar solamente por lo que dicen los libros; falta de amor por la labor que desarrolla; desconocimiento de las características de los alumnos: lenguaje, intereses, opiniones, gustos; faltas a la ética profesional: fumar en la sala, hablar en forma grosera, condicionar las notas, subjetividad al evaluar, abusos físicos, realizar ‘tocaciones indebidas’ a sus alumnos; mostrarse muy vulnerable o muy flexible tanto como para aceptar o tolerar faltas de respeto o abusos de confianza que terminan con la indiferencia del alumno hacia el maestro; y expresarse con un vocabulario muy técnico o muy complejo”.


Comentarios y recomendaciones

Muchos alumnos encuestados quisieron agregar comentarios y sugerencias, las que se han copiado de manera textual a continuación:

“La enseñanza nunca debiera hacer sentir al alumno aminorado. Es bien clásico que un profesor para ser respetado (como defensa) pase una materia muy difícil y no la explique bien, de manera que consigue que sus alumnos teman por los rojos. Pero aún, siguen no respetándolo”.

“A raíz de estas prácticas, los profesores no tienen buenas relaciones con los alumnos, lo que a la larga influye en el rendimiento ya que a nadie le gusta aprender con alguien que no le agrada. El alumno se sentirá desmotivado para asistir a clases, generalizará este temor a otros profesores y se pondrá violento con sus propios compañeros”.

Por lo tanto, los profesores debieran:

- “Incentivar a los alumnos a participar y no internalizarles inseguridades”.

- “Acortar la brecha que existe entre ambos para que en el proceso de aprendizaje exista un lazo que vaya más allá del conocimiento”.

- “Crear un lazo con los alumnos tratando de conversar con ellos, tal vez no llegar a ser amigos pero hacerlos sentir que alguien los escucha, lo que influye directamente en la seguridad con la que el alumno se enfrenta a sus pares, e incluso, es el comienzo de este alumno a interesarse por la materia que el profesor enseña pues se siente un compromiso personal hacia el docente”.

- “Pedir ayuda a colegas o realizar estudios del comportamiento de los alumnos con el orientador”.

- “Dedicar tiempo al alumno (así como debe criarse un hijo) y dar lo mejor de uno”.

- “Cambiar el sentido de la enseñanza: si se cambia el sentido de la enseñanza, si se le deja de ver de forma unilateral y más bien como un intercambio entre dos o varias personas multifacéticas, que en el desconocimiento de un tema encuentran el conocimiento de otro, entonces nos coloca en una posición en la que tanto profesores como alumnos recojan gran beneficio de la interacción. Si cambiamos nuestra perspectiva, cambiamos la educación”.

- “No olvidar que siempre la actitud de los profesores será transmitida a los alumnos y toda indiferencia o desmotivación de ellos será recíproca. Asimismo, si el profesor trata de imponerse a fuerza totalmente bruta, el alumno ocupará toda su energía a resistirse a fuerza bruta, esto sólo generará antipatía, se perderá todo, interés, comunicación, no habrá nada”.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Varias personas me han solicitado colocar las palabras que pronuncié en el acto de presentación del libro. Bien, lo que sigue es la pauta que me sirvió de base para tratar de establecer un diálogo con el público asistente. Por lo tanto, les pido que lo lean con esa intención y con algo de imaginación.


Palabras del profesor Patricio Calderón con motivo de la presentación de su libro “Conflictos entre profesores y alumnos”.

8 / 08 / 07

Queridas amigas, queridos amigos:

Los que ya hemos alcanzado cierta edad gozamos contando aspectos de nuestra vida en el pasado. Déjenme decirles que siempre me llamó la atención las niñas en las fiestas que nadie sacaba a bailar. Las observaba; analizaba sus comportamientos, sus miradas, sus silencios, sus expectativas no cumplidas, las expresiones del rostro, especialmente cuando se acercaba un joven y …, justo sacaba a la del lado y no a ella…, y así. En ese tiempo era mal mirado que dos niñas fueran a bailar juntas, a nadie se le habría ocurrido.

Creo que en ese momento, de manera más consciente que nunca, se fue desarrollando en mí la característica de empatía, sentir como está sintiendo la otra persona. Demás está decir que las sacaba a bailar a todas las que estaban postergadas, se trataba de pasarlo bien, no de “ligar” como dicen los jóvenes ahora.

Éste es un libro de empatías, principalmente empatías con los estudiantes de pedagogía, con los profesores, con los alumnos, aunque no se deja de lado a los padres y apoderados.

Hace unos años, pregunté a los estudiantes de pedagogía que estaban a un año de egresar de la universidad, cuáles eran sus principales temores para enfrentar un curso. Entre sus respuestas surgieron miedos al rechazo de sus alumnos, perder el control, enfurecerse, agresión de los alumnos hacia ellos, no saber manejar a los niños(as), no saber imponer la disciplina, (Fíjense el lenguaje que usan) “convertirme en la vieja gritona”, entre otras respuestas.

¡Había bastante quehacer como ustedes pueden darse cuenta! Si estaban sintiendo de esa manera, entonces había que acompañarlos a resolver juntos esos conflictos mentales que presentaban. Ese es un caso de empatía. Éste es uno de los orígenes de mi investigación en que se basa el libro.

También hay empatía con los profesores de las escuelas y liceos, para entender sus momentos de luz y sombra, es decir, sus aciertos, alegrías, esperanzas y sueños cumplidos, así como desaciertos, desazón, arrepentimientos, incertidumbre, penas.

Empatía con los niños y niñas que no atienden en la clase, a los que no se comportan como el resto, a los que gritan interior y exteriormente y que no hemos escuchado.
A los padres y apoderados para que aprendan a darse tiempo para dialogar con sus hijos o pupilos sobre los temas que a ellos, a los niños y niñas les inquietan, sin imponer sus puntos de vista pero sí sabiendo transar los límites permitidos.

En fin, aquellos que han conocido mi trayectoria académica, saben o deben recordar que dedico bastante tiempo en mis clases a construir junto con los estudiantes un ambiente basado en la empatía para establecer un clima de convivencia agradable, en que todos se sientan cómodos y alegres. No puede haber convivencia si ésta no se ha construido.

Es la construcción de una base afectiva sobre la cual se va a sostener la fase cognitiva o intelectual. Suelo decir a mis alumnos de inglés: “Nodoby should teach anyboby if this nobody doesn’t love the anybodies” en una suerte de juego de palabras, “ningún profesor puede pretender enseñar bien a nadie, si este profesor no ha aprendido a querer a sus alumnos”. Y para llegar a querer a alguien, usted debe conocer “algo de la vida” de esa persona. Para que esa persona le cuente algo de su vida, usted debe ser empático y hacer cosas agradables para ella. Considero que el aprendizaje indudablemente es un medio para disfrutar nuestra vida.

Si nos hemos aprendido a conocer, con mayor razón, nos aceptamos, ponemos las reglas del juego en forma clara, como educadores damos el ejemplo, llegamos a acuerdos con los alumnos y aprendemos a ser afectuosos pero con firmeza, entonces difícilmente nos vamos a hacer daño mutuamente. En síntesis, aprendemos aquello que nos afecta emocional y cognitivamente.

De esto también trata el libro.

En verdad el dispositivo presenta una combinación de elementos que funciona como una red, en donde cada profesor puede escoger el hilo o la punta de la madeja que desee o que se ajuste a su problema particular para llegar a resolverlo.

No obstante, si no se ha logrado construir la fase emocional esencial para el aprendizaje, entonces hay mayores probabilidades que surjan conflictos que fácilmente pasen a convertirse en hechos de violencia, o peor, de agresión.

También trato este tema en el escrito. Pues hemos tenido la oportunidad de dar a conocer las representaciones libres del profesorado y del alumnado para estar al tanto en forma concreta de sus impresiones, las cuales nos han dado un cúmulo de información para ser estudiada. Repasemos sólo un par de casos, primero, cuando la profesora le entrega una prueba con un mal resultado al alumno y éste la arruga y la arroja al papelero. La profesora lo increpa diciéndole: “Oye roto, insolente, eso no se hace. Recoge la prueba, plánchala y hazla firmar por tu apoderado, ¿qué te has imaginado?”. Segundo caso, aquél en que una profesora se dirige a un alumno sin usar su nombre verdadero, sino un sobrenombre (“flojito”); los alumnos responden pidiendo que no los insulte, cuestionando su autoritarismo, ignorándola, descalificándola, e incluso dándole lecciones: “…como persona adulta tiene que saber controlarse y medir sus palabras porque hieren”; “usted no debería decirme sobrenombres; usted es una mala profesora…, me baja la autoestima…¡vale hongo!” estos son casos claros de cómo la violencia engendra más violencia.

Debemos recordar que la democratización de los canales de comunicación implica redefinir la autoridad. Asimismo, la equidad está en el escuchar y el expresar las ideas en un ambiente de respeto. Su lugar se legitima cuando es trasmisora de acciones de justicia, cuando favorece la cooperación y reconoce la autonomía. La justicia sólo tiene sentido si es superior a la autoridad.


De esta manera, creo haber cumplido entregando una contribución a los futuros profesores que, por muchos años, han manifestado que en su formación pedagógica “nunca nos hablaron de esta realidad” o peor, “hay un abismo de diferencia ente lo que vimos en teoría en nuestra formación inicial y lo que estamos ahora viviendo en los colegios”.

Agradezco a todos ustedes haber aceptado estar con nosotros. A tantos queridos ex estudiantes de esta casa de estudios de sus sedes de Valparaíso y de San Felipe, a mis estudiantes actuales de pedagogía, a los alumnos de las escuelas y liceos, (me encanta tenerlos aquí) a las personas del MECESUP, a mi hermana, hijos, tío querido que de una alguna manera reemplaza a mi padre que hace tiempo está en el cielo…, agradezco asimismo a mi profesor Michel Caillot, quien al finalizar mi examen de grado hace cerca de tres años, me dijo: “Tu dois publier ce travail !” - c'était un défi pour moi, bien sûre!- (“¡Tú debes publicar este trabajo! – era un desafío para mí, por supuesto). Gracias al Sr. Secretario Ministerial de Educación, Don Cristián Rojo, por su documentada, entretenida y bien inspirada presentación a mi libro, al profesor Eduardo Hess por su hermosa presentación escrita en el dispositivo y al Decano, René Flores, por su ilustrado prólogo.

Espero que ese posible signo de interrogación que tenían al iniciar este evento, se transforme en cientos de signos de interrogación para buscar respuestas a nuestros desafíos. De otra manera, si no tratamos temas como éste más daño nos seguiremos haciendo los profesores y los alumnos. En otras palabras, si no acogemos esta invitación corremos el riesgo como profesores de seguir poniéndole el hombro y seguir cuidándonos las espaldas.

Ayudar a quebrar el círculo de la violencia es romper el silencio, silencio impuesto por largo tiempo y que ha perjudicado, sin lugar a dudas, la calidad de la educación.


Creo que todos deseamos que exista un buen clima de entendimiento entre profesores y alumnos, modelo que incluso pueda redundar con mayor ímpetu en una mejor relación entre los propios alumnos, y entre ellos y sus padres; en suma una educación que traspase e impacte positivamente la convivencia entre educandos y entre éstos y sus familias.


Muchas gracias.


martes, 11 de septiembre de 2007

Karen Machuca es una connotada estudiante de 5º año de la carrera de Pedagogía en Castellano de nuestra Universidad de Playa Ancha. Ella fue distinguida como una de las mejores practicantes el primer semestre del año 2007.

He querido compartir con ustedes sus visiones, escritas después de haber asistido a la presentación del libro, a mi charla sobre los detalles de esta investigación frente a los nuevos practicantes de las carreras pedagógicas durante la tercera semana de agosto de 2007 y naturalmente, después de haber leído la publicación.

Invito a todos aquellos alumnos(as) de educación básica y educación media, futuros profesores(as) y profesores en servicio que se sientan motivados por las palabras de Karen, a expresar sus percepciones respecto a este escrito y a sus propias experiencias vividas en el colegio o universidad.


LA REALIDAD DEL CONFLICTO

Karen Machuca

Cuando era escolar tuve muchas clases de profesores/as. Algunos/as hasta hoy se convierten en un modelo para mi labor, pero otros/as se han convertido absolutamente en lo que no me gustaría ser cuando ejerza esta profesión.

Uno muy especial, fue uno de mis profesores de Matemáticas. Llegó cuando íbamos en 7° u 8° básico, en un colegio católico femenino. Generalmente, nosotras estábamos acostumbradas a un control y exigencia bastante asombroso, que iba por supuesto desde no maquillarse, no usar joyas, no usar más de una media, no teñirse el pelo, etc. hasta no pararse del puesto, no conversar en clases, jamás decir una mala palabra, jamás faltarle el respeto a alguien (aunque la definición de “respeto” también era discutible), etc. Debo aclarar que junto a estas normas disciplinarias, existían otras en relación a valores y a notas que eran de una exigencia, que hoy como profesora, considero excesiva. Aún así este método, como los que mayoritariamente se utilizan en la educación de nuestro país, eran y siguen siendo considerados efectivos.

Bueno, volvamos a lo del profesor.

Resulta que la primera vez que el sujeto en cuestión llegó a la sala de clases, entró dando un portazo. Como nadie reaccionó de la forma en que él esperaba, tiró sobre la gran mesa del profesor el libro de clases más otros libros, consiguiendo así un efecto violento y descontextualizado para mi gusto.

Ahora que tengo un poco más de experiencia y que he podido visualizar distintas realidades escolares, me he dado cuenta que la indisciplina de mi ex colegio, es disciplina en otras escuelas, y que nuestras malas actitudes y comportamientos serían “suaves” en cualquier otro lugar que no fuera ese. Aún así, ninguno/a de mis profes anteriores a este vociferante sujeto, había sido tan exagerado en su trato, menos el primer día que llegaban a la sala. Y las cosas continuaron empeorando.

Cuando entré a la universidad escuché por primera vez la frase “pedagogía del terror” y fue en este momento de mi vida cuando pude comprender lo terrible y complicado que es vivirlo. Un día aquel profesor (que por supuesto tenía favoritismo claro por una alumna llamada Fernanda) hizo una interrogación en la pizarra. Obviamente, la primera persona que salió fue la que conversaba, en este caso, Ana. Afortunadamente resolvió bien su tarea, pero el profesor le dijo a Fernanda que borrara la pizarra y que ella hiciera otro ejercicio que en este caso, también resultó correcto. Sin embargo, cuando llegó el momento de poner las notas el profesor no recordó si el ejercicio de Ana estaba o no correcto y a pesar de lo que dijimos todas, le creyó a Fernanda que dijo que al parecer estaba mal el resultado.

Resumiendo, el profesor puso un uno a Ana y un siete a Fernanda, a pesar de los reclamos y defensas por parte de todas las demás.

Pasaron los días y la mamá de Ana se enteró de la situación. Por supuesto, fue a hablar con la directora del colegio, que a la vez era nuestra profesora jefe. Entonces, la directora y el profesor fueron juntos a la sala y ella explicó que él se había dado cuenta de que había cometido un error y quería ofrecer disculpas. Luego de esto, y ante la sorpresa de todas, pidió disculpas tranquilamente a Ana y a todo el curso, y la directora se fue.

Cuando quedamos solas, el profesor (que pasó rápidamente de un estado humilde y sincero a retomar su común color rojo, sus ojos casi desorbitados y su tono vociferante) tomó el libro de clases y con un corrector mostró efusivamente a todo el curso cómo borraba la nota diciendo en tono irónico, y por qué no maléfico: - ANA, aquí está tu siete, te borré tu uno, aunque por supuesto es la nota que te merecías. ¡¡¡¡¡¡¡¿Alguien más quiere un siete de regalo?!!!!!!

Quizás esta situación no sea tan terrible comparada a otro tipo de realidades, en que los/as profesores/as han llegado a golpear a sus alumnos/as o en que ha pasado al revés. Quizás este ejemplo no sea nada comparado a que las armas se han metido en los colegios y en las salas de clases y la violencia es pan de cada día.

Pero vivir cualquiera de estas situaciones te marca. Tarde o temprano te hace cuestionar lo difícil que es ejercer de forma positiva esta profesión y te hace desear no llegar jamás a ese punto en que pasas a ser un dictador, e incluso un tirano, dentro de la sala de clases. Entonces, debemos definir cómo queremos desarrollar nuestro quehacer, si queremos ser el/la profesor/a que recuerdas toda tu vida porque te educó, en todos los buenos sentidos que tiene la acción, o ser recordado como un trauma en la vida de alguien.

Probablemente, también haya que tener en cuenta otro aspecto. En aquellos años y aún ahora, los/as profesores/as han tenido que trabajar muchísimas horas a la semana para poder ganar un sueldo justo y así es muy difícil hacer bien tu trabajo. Primero, porque significa mucha carga laboral extra, es decir, hay mucho trabajo “para la casa” que hay que desarrollar en la mayoría del tiempo restante. En segundo lugar, porque si eres un profesor/a de cursos de 45 alumnos/as y tienes aproximadamente 8 cursos, educas a 360 alumnos/as y esto provoca, de una u otra forma, que no puedas hacer bien tu trabajo. Con la excepción de aquellos/as profesores/as casi sobrenaturales - por llamarlos de un modo-, que aún así continúan siendo buenos/as docentes. Por supuesto, todo lo anterior, más muchos otros asuntos de diversas consideraciones, hacen que muchos/as de los/as profesores/as de nuestro país terminen estresados, odiosos, histéricos o desanimados.

Volviendo a la historia.

Quiero decir, que la impotencia que como curso sentíamos llegaba a ser triste, pues parecía irrisorio pensar que esto estaba sucediendo. Fue en ese momento de mi vida, en que viví lo que es la famosa “pedagogía del terror”, que no es más que ejercer control y poder a través del miedo, a través de la amenaza, la ironía, la burla y la soberbia. Y uno como es joven o niño/a, muchas veces no llega a comprender por qué suceden estas cosas y, de una u otra manera, llega a naturalizar que la educación sea así y que las características más comunes de un/a educador/a sean esas y no otras. Y así todo se convierte en un error, pues la pedagogía siempre debe involucrar mucho amor, y el problema es, que la mayoría de las veces, eso es lo que más le falta.

Para terminar el cuento, el famoso profesor fue despedido y espero sinceramente que en algún momento se haya cuestionado su vocación.

Bueno, en esos tiempos (hace aproximadamente diez años) y todavía hoy, carecemos de libros que puedan contribuir a que casos como el anterior, y otros peores puedan cambiar de rumbo. Entonces aparece el libro “Los conflictos entre profesores y alumnos. Del aburrimiento, desmotivación e indisciplina en la escuela” del profesor Patricio Calderón, que no sólo es un gran aporte para la teoría del conflicto, sino que además baja a esta de un nivel abstracto a la complejidad y veracidad de las situaciones reales.

Si bien, el profesor Calderón no fue nunca mi profesor, se nota que la vocación no se ha “escapado” de su vida. Esto se refleja claramente en las características de esta investigación, que además de la seriedad necesaria, combina muy bien la creatividad, la teoría, la metodología y la reflexión. Además de, por supuesto, una cuota notable de cariño. Y nunca debemos dejar de valorar los trabajos que están hechos con el corazón, y no es que quiera que la educación se vuelva melosa, pero en estos tiempos se necesita más amor en el mundo.

No dudo, de que los lectores, que espero sean muchos, den el valor que le corresponde a este libro y creo que es absolutamente necesario que libros como este sean de uso masivo, que estén en los colegios, que sean discutidos y reflexionados por los/as profesores.

Cuando uno/a recién se convierte en profesor/a, las dudas permanentemente están en tu cabeza. Uno intenta responderlas y encuentra soluciones muy éticamente posibles o correctas, no sé cómo llamarlo. Es como algo innato, aún nos queda algo de estudiantes y comprendemos lo que significa ser castigado, insultado, ignorado, incomprendido.

Quizás con el tiempo el sistema se apodera de ti y, como dicen muchas estadísticas, aquellos/as que querían cambiar la educación y el modo de verla, se convierten en lo mismo que criticaron con rigor. Quizás uno cambia de lado, se va a la mitad delantera de la sala, ya no está “molestando” o riéndose atrás. Está en el banco del profesor y finalmente, ES profesor. Y no sé por qué razón ni motivo, parece que al primer signo de indisciplina nos surge el peor de los profes que conocimos, a lo mejor, podemos controlarnos, darnos cuenta del error, pero puede que en otros casos, lleguemos a ser lo que no queríamos.

Pero para qué ser tan negativos. Si tenemos presente que somos seres perfectibles y que necesitamos serlo, es decir, que necesitamos educarnos constantemente y para siempre, todo podrá ser más fácil y mejor. Debemos comprender que si olvidamos la reflexión o lo necesario que es nutrirse constantemente con fuentes ricas y efectivas, estamos perdiendo el tiempo. Nosotros/as no debemos perder jamás la capacidad de aprender, pues si no, cómo pretenderíamos educar. Por esto, este librito verde, no sólo se convierte en una de estas fuentes, sino que también se erige como fundamental para entender aquello que en nuestro país estaba en tinieblas.

Este libro se presenta como una herramienta útil y efectiva, sobre todo para la reflexión. No sólo nos hace repensar nuestras actitudes ante el conflicto, sino que también nos ayuda a dilucidar cuáles son las mejores formas para enfrentarlo, sin naturalizarlo y en dirección hacia una construcción que siempre vaya en favor de la convivencia.

Por la forma de la investigación, este libro no sólo se diferencia de los pocos que se refieren a esta temática, sino que también, trata los contenidos de una forma muy clara y honesta. Utilizo la palabra honestidad, pues realmente se puede vislumbrar que esta fue una investigación hecha con cariño y con un objetivo claro en pos de una mejor calidad de educación, calidad que se nombra mucho, pero que lamentablemente poco se desarrolla en nuestro país.

Debo agregar que el libro resulta bastante entretenido, y rescato absolutamente esta cualidad, pues aunque aún hay gente que cree que la educación debe ser aburrida, pues esto se relaciona con su seriedad, confiabilidad y veracidad, estoy convencida de que el dinamismo y el ejercicio creativo, muy bien manifestados en esta publicación, son competencias esenciales en la educación que hoy debemos entregar. Basta de ser esos/as profesores/as que dan sueño. ¡La educación no puede dar sueño!

Comentario aparte, necesitan las ilustraciones de Marko Torres, pues queda muy claro que se basan en observaciones verdaderas de situaciones ocurridas dentro de la sala de clases. Además de expresivas, reflejan muy bien no tan sólo el actuar, sino que también el sentir de profesores/as y alumnos/as involucrados en escenarios conflictivos. Hacen de este libro una representación fidedigna de lo que ocurre en las diversas realidades educativas de nuestro país y reflejan además características claves de nuestra idiosincrasia.

No me queda más que decir: ¡Léanlo! Podría resumir contenidos, indicaciones, sugerencias o temáticas, pero la gracia de descubrirlas es un valor que no podemos abandonar. Léanlo, devórenlo, y luego reflexionen, comenten, valoren y utilicen lo aprendido en su quehacer pedagógico. Recomienden este libro, como yo lo hago ahora, pues si logramos reconocer su valor, sabremos que es necesario que trabajos como este sean difundidos de forma masiva.

Doy otra vez las gracias al profesor Calderón por esta investigación, pues no sólo me ha servido para cuestionar ciertas prácticas negativas que sin querer ejercía, sino que además ha dirigido mi quehacer por un buen camino. Debemos entender que si no cambiamos la educación desde adentro, será difícil cambiar sus leyes externas. Sin alma, el cuerpo sólo es adorno. El valor de una mejor educación la dará un cambio profundo en sus profesores/as y encargados, no la construcción de edificios. Si bien, estos son necesarios para mejorar las condiciones en que nuestros/as alumnos/as se educan, no sirven de nada si no conllevan un cambio en la forma de ver las cosas.

Y esta es nuestra tarea, nuestra difícil, pero noble tarea.