“La verdadera enseñanza no es la que imparte conocimiento, sino la que estimula a los alumnos a obtenerlo.
Es posible decir que enseña mejor quien enseña menos”
( John Milton Gregory).
( John Milton Gregory).
(En la imagen, "profesores sí profesores" de la Escuela de Dalcahue respondiendo un instrumento de evaluación diagnóstico para un curso de "Estrategias de Enseñanza")
En el pasado, aquellos que no eran pedagogos decían: “¡Es tan fácil enseñar! Basta tener un trozo de tiza, un grupo de alumnos y bastante saliva”. Al parecer esta frase no quedó en el pasado, sólo que ahora se ha enfatizado “el dominio del contenido”. Si uno preguntase a quien ha expresado la idea anterior: “¿De esa forma aprenden los alumnos?” Seguramente escucharíamos una respuesta similar a esta: “No tengo idea, pero se ha enseñado, eso es lo importante”.
Enseñar es un verbo simple de conjugar, ¿quién no enseña? ¡Nadie! ¡Todos enseñan! Desde los adultos hasta los niños. Si no lo creen, pídanle a un niño que les enseñe a programar diferentes emisiones televisivas en varios canales para ser grabados la próxima semana.
¡Claro! Una cosa es “enseñar” y otra, “ayudar a aprender”. De seguro, el chico del ejemplo anterior lo hará a su velocidad y ensimismado en su explicación, fenómeno que nos desorientará…, para terminar diciéndole, “¡Hazlo tú, mejor!”
Para ayudar a aprender hoy día se debe, por lo menos, conocer y saber aplicar una teoría del aprendizaje. ¿Cómo enseñar sin saber lo que puede pasar en la mente de los alumnos?
Desde las primeras investigaciones en los años 60 que vengo escuchando y leyendo que aún se mantienen tres variables (de dieciséis que se identifican) como las más importantes para producir aprendizaje: 1. Actitud favorable para la enseñanza, 2. Dominio del contenido y 3. Estrategias de enseñanza.
Por su parte, para que el alumno(a) aprenda, debe poseer: 1. Actitud favorable para aprender, 2. Dominio de requisitos y 3. Estrategias de aprendizaje.Aspectos, entre otros, que aparecen en el Marco de la Buena Enseñanza, ¿cierto? Entonces, se supone que quien domine el contenido, debe - a su vez – dominar el Marco de la Buena Enseñanza, demostrando su competencia en el aula, ¿cierto?
¡Cierto! Pero qué contradicción, ¿no? Vivimos en constante trabajo para preparar y perfeccionar a los maestros de hoy en los hallazgos de las investigaciones en educación, les enseñamos lo que nos proponen las reformas educacionales, les entregamos herramientas y dispositivos para trabajar con alumnos vulnerables, etc., etc. ¿para qué? Para que cualquiera que “sabe” una materia, tenga saliva y tiza (seguro que será en parte reemplazada por presentaciones de power point) venga a introducirse por la ventana de un aula y se sienta profesor habiéndose saltado todas las últimas legislaciones de las cuales parecía estar muy celoso el Mineduc.
¿Cómo entenderán ‘los profesores no profesores’ lo que es el “saber pedagógico”? ¿Cómo podrán estar en un aula llena de alumnos sin conocer la psicología educacional? ¿Cómo irán a aprender en la práctica misma la manera de aplicar principios de la educación confluente en que objetivos de su contenido confluyen hacia los objetivos fundamentales transversales, con los cuales se ha iniciado el proceso educativo? Por su parte, ¿Cómo se van a sentir ‘los profesores sí profesores’ que han gastado gran parte de su dinero, tiempo y esfuerzo en obtener un Diplomado, su grado de Magíster, si no de Doctor, en Educación para que un ‘profesor no profesor’ trabaje bajo su mismo techo tratando de realizar sus mismas (¿?) funciones sin siquiera poseer un cartón que acredite que ha aprobado un taller de aprendizaje?
A propósito de lo anterior, recuerdo que al supervisar una clase de un practicante, - futuro profesor de inglés -, en un colegio de la 5ª región el año pasado, conocí a su “profesora” de “inglés”. No era profesora ni tenía el dominio del idioma extranjero para estar frente a un curso, pero allí estaba.
En una conversación que sostuve con ella, me comentó que era de un país tropical, que había venido a Chile pues “mi pareja es chileno y me conoció allá (nombró su país) y lo seguí…, y aquí estamos”. Ante mi consulta acerca de cómo había aprendido el inglés, me confesó que “en un crucero, trabajando”… La conversación con ella la inicié en inglés, no obstante, ella debió continuar en castellano (¿?) Recuerdo que “trató de ayudar” al practicante observado, pero con malos tratos (es posible que sean “buenos tratos” en su país) y gritos a sus alumnos (que también debe ser el nivel de conversación aceptado en su patria).
Enseñar es el corazón de una profesión, pero mejor entendida como ‘ayudar a aprender’, a gustar del aprendizaje, a desarrollarse, a encontrar la plenitud por medio no sólo del contenido ‘enseñado’, sino por las interacciones personales de la mejor calidad. El “sí profesor”, es decir, el verdadero profesor trabaja con los sentimientos, con las ilusiones, con las ideas, con las actitudes, con los valores, con las expectativas. Es un ser que no sólo explica, sino que demuestra e inspira. Y este “sí profesor” es educador verdadero porque – precisamente – admite la libertad de aceptación o de rechazo de los alumnos y alumnas. Quien no lo hace así es un mero indoctrinador.