A partir de allí, es posible que se desarrolle un enfoque del vínculo social en el cual podemos distinguir cuatro características principales: apego, compromiso, obligación y creencia. A continuación, damos a conocer a qué se refiere cada una de ellas.
1. APEGO: el grado de afecto del niño y del adolescente a su familia, a sus padres, a su medio y a las instituciones;
2. COMPROMISO: la aceptación y el sentimiento de compatibilidad respecto a un conjunto de objetivos y de intereses propuestos por la sociedad global;
3. DEBER: la participación efectiva en las actividades sociales; y
4. CREENCIA: la confianza en la validez de las reglas sociales y morales.
Desde esta perspectiva, entonces, la delincuencia tiene su origen en la ausencia del vínculo social. Por lo tanto, es posible desprender dos leyes esenciales de este principio teórico:
a) mientras más apego sienta un joven a su familia y a la escuela, menos riesgo presenta de convertirse en delincuente; y
b) mientras más comprometido esté en un proyecto escolar o de formación, menos tendencia tendrá a cometer delitos.
Estos indicadores han sido validados por las investigaciones que han abordado la temática bajo un ángulo complementario mostrando que en las relaciones padres-hijos, ciertos comportamientos de los progenitores constituyen los predictores más acertados de la delincuencia de los jóvenes.
De este modo, algunas investigaciones[1] despejan cuatro factores predictivos de la delincuencia, directamente ligados a la carencia relacional de los padres hacia sus hijos:
· la indiferencia, la despreocupación o la negligencia de los padres en lo concerniente a las actividades externas y especialmente en las salidas de sus hijos;
· la falta de firmeza, el abandono o la inconstancia de los padres en materia de disciplina;
· el rechazo del hijo por los padres;
· el débil apego del hijo a sus padres.
A partir de lo anterior, es posible, entonces, derivar tres aspectos del vínculo social, así como factores estructurantes de la relación padres-hijos:
· una familia cohesiva en la cual los padres se comporten de manera afectuosa con su hijo(a) y estén atentos a lo que siente, quiere y hace;
· una actitud parental que reconozca y evalúe los hechos y gestos del hijo;
· un comportamiento que repruebe sus malas acciones[2].
En una perspectiva complementaria, las teorías del aprendizaje social han mostrado que la violencia y el comportamiento agresivo son similares a otros comportamientos sociales aprendidos. En efecto, el aprendizaje de la violencia se produce a través de las relaciones existentes al interior de un grupo restringido, como pueden ser la familia, los amigos o las pandillas. Consecuentemente, los primeros estudios sobre esta temática ya habían indicado que el comportamiento violento dependía de la relación establecida al interior de un grupo, como las interpretaciones desfavorables que se dan entre estas personas respecto de la ley”[3].
Por lo tanto, bajo este enfoque, se asegura que los factores sociales son generalmente los más importantes en determinar la violencia, en donde la familia – como puede claramente notarse - tiene un rol preponderante.