Existe alguna correspondencia entre la calidad de la relación profesor-alumno y el “bullying”, propio de los alumnos?
Es preciso recordar que el término “bullying”, tan asentado ya en nuestro medio, se origina de “bull”, toro, de allí la acción, “to bull”, embestir como un toro, abrirse camino a la fuerza y, asustar por medio de amenazas, entre algunas de sus acepciones.
Mucho se habla y escribe sobre este fenómeno; sin embargo, escasísimos son los artículos que responden a la interrogante del subtítulo de esta columna, dado que el profesor debe comportarse como el profesional, que es, de la educación.
Consecuentemente, si los profesores adquieren la capacidad de instalar una buena relación pedagógica con sus alumnos, nos atrevemos a asegurar que los conflictos entre los propios alumnos decrecen y hasta llegan a desaparecer o por lo menos, no derivan ni en violencia ni en agresión. Es así, como el llamado “bullying” es inexistente en muchos establecimientos educacionales cuyos principios y valores, visión y misión si se quiere, atienden primordialmente a asentar las bases de una verdadera educación en donde la convivencia escolar se ha construido por TODA LA COMUNIDAD ESCOLAR. La convivencia es un tesoro que se cuida, se revisa continuamente, se adecua y se mejora, si es necesario. Los alumnos aprenden que el respeto es más potente que la violencia.
Por otro lado, si la calidad de las relaciones entre profesor-alumno no es buena, entonces hay mayores probabilidades de que aparezca rápidamente el efecto “bullying”. En varias entrevistas sostenidas con alumnos de 8º Básico, éstos han afirmado que uno de los conflictos que más se repite con algunos de sus profesores es que ellos demuestren claramente favoritismos para trabajar con “sólo algunos alumnos del curso”. La preferencia del profesor por ciertos alumnos genera un conflicto entre los mismos alumnos: los no elegidos contra los elegidos. De esta manera, los no elegidos se sienten violentados o discriminados negativamente en relación a sus pares. Tal vez para los profesores sea difícil aceptarlo, no obstante, tal es la percepción (subjetiva) de los alumnos no elegidos. Si estos problemas no se conversan, no se aclaran, por medio de comunicaciones de buena calidad, los perjudicados van a continuar sintiéndose violentados.
Asimismo, los alumnos no son ciegos, sordos ni mudos. Algunos establecimientos educacionales sí juegan a serlo. Los niños saben lo que pueden hacer y con quién lo pueden hacer. Muchas veces, en nuestras entrevistas con ellos, nos han planteado una y otra vez la misma pregunta: “¿Y a quién le importa lo que nos pase a nosotros si los profesores ni siquiera se percatan cuando faltamos a clases? ¿A quién realmente le importamos nosotros?” Debemos tomar conciencia que muchos alumnos se sienten solos en sus casas y en sus colegios, sin tener en quién confiar ni, lo peor, sentirse valorados y queridos por alguien de su entorno cercano. No soportan la indiferencia, la humillación, no ser considerados en sus sentimientos y emociones. Esos constituyen casos de violencia para ellos. Por lo tanto, una forma de replicar tal violencia es mediante otro tipo de violencia, el “bullying”: preferible ser malo que ignorado.
De allí, entonces, que algunos educadores deben asumir que ellos desestabilizan emocionalmente a sus estudiantes y que por ende, deben asumir un rol más preponderante en la educación de los valores de ellos.