Cada vez que nos referimos al término violencia, debemos recordar que hacemos uso de un vocablo extremadamente connotativo. Es preciso señalar que la violencia es una representación ambigua: lo que es violencia para una persona, no necesariamente lo es para otra.
“Es la emoción bajo la cual se vive esa relación, la que le da el carácter de violenta y no violenta” (H. Maturana).
La definición más generalizada es aquella que señala que la violencia es la manera de proceder contra el modo natural o la voluntad del otro. Incluso, los niños de 8 años están de acuerdo con esta definición (sin haberla escuchado o leído con anterioridad) pues se han manifestado explicando que la violencia “es hacer al otro lo que el otro no quiere”.
Ahora, tal vez lo más importante es que NO conocemos estudios que concluyan de manera fehaciente que la violencia en softwares, como juegos de video/ computación, o en los programas que ven los niños en la televisión, les provoque conductas similares a las que observan. En otras palabras, no por sólo ver este tipo de programas, los niños se tornan más violentos.
Sólo podría suceder si estos niños ya estuvieran expuestos a este tipo de comportamientos por sus propias familias o por las pandillas del barrio, lo que sería un caso de reforzamiento de las conductas ya aprendidas y ya arraigadas en ellos. Es decir, un chico violento será más violento si sigue expuesto a modelos de violencia a través de las Tics u otros medios, como pueden ser los contenidos de algunos programas de TV o de computación.
Por ejemplo, los niños ven la televisión o DVDs sabiendo que aquello que está en la pantalla no es real. La realidad, es decir, lo que han experimentado puede ser mucho más potente que las experiencias vicarias o artificiales entregadas por la televisión.
Ahora, no por eso no vamos a dejar de preocuparnos por aquellos niños que estén horas sentados frente al televisor o al computador (no puedo generalizar, conozco muchísimos niños que no ven televisión ni tienen computador).
Los estudios de los norteamericanos acerca del fenómeno denominado “couch potato” (la papa en el sillón) es preocupante porque se sabe desde años que la TV, y ahora el computador, se han convertido en las “niñeras electrónicas” frente a las cuales el infante es físicamente inactivo, con excepción de algunos de sus dedos y en un grado menor, intelectualmente, ya que muchas veces no alcanza a procesar la información que escucha y las acciones que observa para poder analizarlas y juzgarlas, especialmente cuando se trata de películas o videos.
Naturalmente, las características de los infantes hasta los 7 – 8 años es preferentemente JUGAR y JUGAR, ojalá con sus amigos y al aire libre. Esta tendencia se da también cuando el chico está en la educación parvularia y primer ciclo de educación básica, de allí que el fundamento de las metodologías lúdicas sea precisamente las características biopsicosociales de estos niños.
Ahora, si los padres no tienen otra alternativa, o es la más cómoda (“para que se queden tranquilitos”, por ejemplo), los chicos son mandados a ver la tele o a jugar con el computador, conductas que prevalecen en ellos y poco a poco aprenden a manejarse solitos, sin ayuda (¿acaso alguna vez la han requerido?), pero no se puede desconocer que es una práctica adquirida y con mucho refuerzo de parte de su familia o de la ausencia de ésta.
La inactividad del niño frente a la TV, especialmente, lo ayuda a nutrirse de este tipo de comportamientos, es decir, pereza, ociosidad, inacción. La nula o escasa estimulación para la participación ayuda a que se acostumbre a ser pasivo física e intelectualmente, conducta que se transfiere a la sala de clases o la interacción dentro de la familia. Lo contrario sucede cuando al niño se le enseña a ser un “espectador activo”, crítico de aquello que observa, compartiendo las ideas que puede tener sobre lo que ha observado junto a su familia o amigos.
Los niños más pequeños, idealmente, nunca debieran estar solos frente a una pantalla. Es más importante que sientan el contacto (la cercanía de la piel, el tacto) con un ser querido mientras están en esta actividad, quien les habla, los insta a que ellos se cuestionen lo que observan, ayudándolos a desmitificar el mensaje observado.
He visto padres que “siguen pegados frente a la tele o su PC”, más entusiasmados que sus hijos con aquello que aparece en la pantalla. Entonces, son los niños quienes instan a sus papás a hacer algo “más entretenido” (“salgamos”, “juguemos”, “vamos a andar en bicicleta”, “¿no podemos ir a una piscina techada?”, “vamos a mirar el mar”, “andemos a caballo”).
Corolario: Si los padres están presentes, los niños van a preferir cualquier actividad con ellos que no sea ver tele o estar en el computador, siempre que la disposición de los padres sea estar con sus hijos y no ponerse a “hacer sus cosas”. Ahora, si los padres están ausentes y los niños son reforzados a ver tele o estar en el computador, obviamente lo van a hacer. Entonces, la pregunta es “¿qué hacer para ayudar a los niños en la decodificación o lectura de estos mensajes?”
Si nos ponemos en un caso extremo, en que los padres no van a cambiar ni su actitud ni su conducta respecto a su niño frente a la tele o el PC, habría que intentar dejarles una actividad atractiva a los niños, tal como, “me encantaría que cuando yo esté de vuelta me cuentes cuáles fueron las dos preguntas que te surgieron respecto del programa que te tuvo entretenido; así podremos tener una interesante conversación acerca de lo que experimentaste”.
Los efectos de esas conversaciones pueden provocar una respuesta opuesta a seguir viendo tele o seguir jugando en el PC, o bien, juzgarlos desde una perspectiva crítica.
Idealmente, en los momentos que los niños están “acompañados por las TICs en sus hogares”, debieran recibir llamados telefónicos de sus padres no sólo para que sientan la presencia paternal sino para sentirse importantes en las vidas de sus progenitores, - que están presentes en las mentes de ellos a pesar de su alejamiento - y sentirse realmente amados. El regreso a casa de los padres debe, entonces, ser a una hora adecuada, que les permita interactuar con sus hijos lejos de las TICs.
Si no fuese así, es decir como se ha descrito en el párrafo anterior, querría decir que los niños podrían pensar o percibir que sus padres proceden de manera violenta contra ellos. ¿Por qué? Porque los niños sienten que sus padres, con su ausencia prolongada, “están haciéndoles a ellos lo que ellos no quieren”.
En consecuencia, la ausencia prolongada de los padres puede hacer más daño a los niños que su exposición continua a las Tics.
viernes, 21 de marzo de 2008
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